El Estudio Nutricional en Población Infantil Española (EsNuPi), promovido por la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) y la Fundación Española de la Nutrición (FEN) arroja un dato que resulta bastante llamativo: la carencia de Vitamina D en la dieta de los pequeños. Rosa Ortega Anta, profesora de Nutrición en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, es una de las autoras del estudio, para el que se realizaron un total de 1.514 encuestas personales y 1.449 telefónicas a padres, madres y tutores de niños de entre uno y diez años: “En efecto, en todos los grupos estudiados, la ingesta de vitamina D fue inferior a la adecuada”. Y añade: “Considerando todos lo nutrientes, la vitamina D es la que muestra mayor alejamiento entre ingesta habitual e ingesta adecuada, de modo que la práctica totalidad de los niños tienen ingestas insuficientes.”.
Lo grave del asunto es que este nutriente es fundamental para la estructura ósea de los pequeños porque “ayuda a nuestros huesos a absorber y retener el calcio que necesitan para estar fuertes”. Y no solo eso: “Funciona como una hormona con propiedades inmunomoduladoras y es, por tanto, fundamental también para mantener una buena salud inmunitaria”. Es decir, esa que nos ayuda a luchar contra virus como el SARS-coV-2, causante de la covid-19. Por si esto nos parece poco, “además ejerce otras funciones que permiten el buen funcionamiento del sistema cardiovascular, neurológico, hematopoyético y endocrino”, asegura Ortega.
La buena noticia es que es sencillo aumentar la cantidad de Vitamina D en nuestro cuerpo. “Las principales fuentes que tiene nuestro organismo para conseguirla son el sol y los alimentos. Teniendo en cuenta que en España disponemos de suficientes horas de sol al día, la hipovitaminosis D de los niños españoles parece estar asociada a la dieta.” Una dieta en la que debe de volver a tener lugar predominante la leche y sus derivados, principalmente las leches adaptadas y reforzadas. “La ingesta de Vitamina D de los niños que consumen leches adaptadas es entre dos y tres veces mayor que la de los que no las consumen”. También son una buena fuente de este nutriente los pescados, sobre todo los grasos y azules (aportan el 24%), los mariscos, los huevos y los cereales integrales. Lo malo es que precisamente son los alimentos menos habituales en la dieta de los niños españoles.
Por el contrario, “consumen un exceso de energía, de proteínas y de azúcares libres”, asegura , José Manuel Moreno Villares, coordinador del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Lo que provoca que alrededor de un 40% de niños y niñas de 6 a 9 años tenga exceso de peso, según el estudio Aladino 2019, elaborado por el Ministerio de Sanidad y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Aunque este porcentaje se reduzca hasta un 30% en adolescentes, la realidad es que la alimentación de los niños españoles es mejorable.
Rosa Ortega comenta que “conviene que los niños no se salten el desayuno, distribuyan los alimentos en 4-5 comidas y realicen más actividad, evitando el sedentarismo, pues esta falta de actividad lleva a un bajo gasto energético y a la necesidad de comer menos para evitar el sobrepeso/obesidad”. Por otro lado, consumir menos alimentos supone ingerir menos vitaminas y minerales y aumentar el riesgo de sus carencias. Porque la Vitamina D no es la única que habría que reforzar. “El estudio EsNuPi ha puesto de manifiesto que tampoco son adecuadas las ingestas de calcio y magnesio, nutrientes que también son esenciales para la salud ósea y metabólica de los niños”. Moreno Villares también apunta a la falta de ácidos grasos omega-3 (DHA) en algunos grupos de edad.
A largo plazo, estas carencias pueden afectar “a la salud ósea, pero también metabólica, inmunológica, funcional”, comenta la profesora de la UCM. Y eso no es lo peor, como apunta el pediatra de la AEP: “Unos malos hábitos en la infancia suelen llevan a unos malos hábitos en la edad adulta. La presencia de obesidad en la edad infantil se asocia a mayor riesgo de obesidad en la edad adulta, con consecuencias bien conocidas. Empezamos a ver en algunos adolescentes y jóvenes con obesidad algunos de los problemas que antes solo veíamos en el adulto: hiperglucemia, hipertensión, problemas óseos y articulares, apena del sueño…”
CRISTINA BISBAL DELGADOMadrid – 24 NOV 2020 – 09:15 CET Periodico el pais